viernes, 14 de noviembre de 2008

Haciendo sencillo lo complejo

En el transcurso de los últimos años de mi vida, me han acorralado miríadas de dudas, fantasmas, lestrigones y hasta cíclopes que me han llenado de zozobra —y lo continúan haciendo, y me temo que será por mucho tiempo más— y a la par de ellos he vislumbrado cientos de horizontes de los muchos que no dudo han de existir . Pero hoy caigo en la cuenta que estos demonios no son más que la manifestación de la “inercia” de respirar en un mundo como este…. ¿Pero que tiene que ver esta crisis del cuarto de vida con la variable compleja?

Pues bien, una de las conclusiones más provechosas y fantásticas a la que he llegado como resultado de esta “inercia” es el dogma que lo complejo sólo es el adjetivo para denotar aquello cuya estructura implica cierto adiestramiento para manipularlo, en donde una secuencia lógica y perseverante habrá de explicar la estructura compleja a través de un recetario sencillo.
En otro contexto, no creo que exista situación compleja que no halle solución a dicho dilema si lo afrontamos con fe, amor, pasión y anhelo de hallar una solución que nos satisfaga y complazca.
Lo difícil es como lidiamos con nuestros demonios los cuales son inherentes a nuestra naturaleza, y por siempre habrán de estar en nosotros — pecaría aquel que dijese que esta exentos de ellos, por qué ¿Cómo estar exentos de nosotros mismos?—.
Hace 5 siglos el hombre pensó que llegar a la Luna era algo más que imposible y tuvo que aprender a lidiar con sus demonios y dar cabida a la idea de que Dios no mora en el espacio sublunar, sino más allá, y es por ello que hace tan sólo 39 años el hombre piso su superficie, caminó por ella, y osó adueñarse de lo que nunca pensó.

Así que la única manera que vislumbro para hacer sencillo lo complejo, es el conocernos a nosotros mismo, el aceptarnos tal y como las mezclas genéticas nos determinaron y, una vez resignados y agradecidos por la oportunidad de estar en este mundo, empezar a desentrañar la estructura de lo complejo, aunque en ellos se nos vaya hasta la vida.

domingo, 5 de octubre de 2008

Distinguir lo imaginario de la realidad


Te miro una y otra vez. Lo haría por años si renunciar a semejante proeza…

Exquisito privilegio mirarte a la connivencia de capturar una mirada tuya pérdida dentro del universo que reina en estos dos pasos a los que distas de mí, preguntándome al unísono si eres en verdad real o sólo imagino; si existes o son estas irrefrenables  ansias por hallar sosiego a mi soledad al calor de tus labios.

Tú nombre carece de sentido mas sin embargo es involuntario, tal vez porque el conocerlo supondrá colocar sustantivos a mis pensamientos, a mis días, a mi vida. Y todo porque me pregunto: ¿Cómo habrá tú nombre de designar mi ser, si yo suelo ser un amasijo de partículas y tú hasta ahora, a sólo dos pasos de mí un sutil reflejo de caleidoscópica luz?

Me fascina mirarte…

El murmurar de mis pensamientos es como una suave brisa cual roza tu tibia mejilla muriendo en espiral al contorno de tus labios.

Y mientras más te miro más te pienso, mientras más pienso más me asusto, porque tú que miras a todos los hemisferios no miras al que yo habito. Socavando más la duda a la par que difumino la cota de la  realidad antes de sumergirme en la imaginación.

Te miro, me miras, me sonríes y yo por poco muero.

Es media noche, miro al cielo y vislumbro a Arcturus en el cenit, muy probablemente tú te halles inmersa en la imaginación de los sueño, y yo… en los sueños de la imaginación.

Mientras tú mi sutil amor duermes, con papel y lápiz tomo por asalto mi mente y decido dibujarte. Pero no puedo…porque descubro que sólo soy lo que mis recuerdos pueden hacer por mí, que no existe la realidad más la que mi imaginación tutelada por mis sentimientos logra sugerir.
El asalto ha sido frustrado y no por ti hermosa mujer o porque hallas despertado, si no porque temo despertar al alba y tú no hallas existido nunca, siendo este dibujo tuyo  vestigio de una temprana locura. Prefiero la hoja de papel muda, sin contrastes, o al menos así ha de ser hasta hallar de ti tú parte real, es decir; distinguir lo imaginario de lo real.