jueves, 25 de noviembre de 2010

Cuentos


Existen libros que se escriben para intentar satisfacer una necesidad, una duda, un hiato; para compartir un placer, una pasión, un amor; para enseñar, para orientar, para educar. Y en el complemento de todos los libros existen los que no logran ninguna de las anteriores. El Dr. Miguel Ruiz ha creado un libro –como muchos tantos- con el que busca compartir amor, y con él como eje vector establecer el orden de las esferas que dan causa a nuestra vida.
Más de una vez he leído algún libro que partiendo del amor propone edificar una torre de vida que muchas de las veces sólo termina por construir una torre de Babel; una más de tantas miles. Mas siendo sincero no entendía el por qué aun partiendo del amor (que no debemos definir, sólo sentir, porque como diría San Agustín de Hipona; sé bien que es el tiempo, hasta que alguien me preguntan qué es y entonces yo quedo mudo), el proyecto de hacer del libro una rendija de luz donde al final esa rendija se estrechaba al grado de no poder ensancharse nunca más. Empero, La voz del conocimiento muestra la manera si no novedosa sí acorde con la historia del hombre. Miguel plantea que para lograr alcanzar una vida plena hay que desaprender lo aprendido (una ironía a primera vista), pero creo con fe consiente que debe ser así. Siempre he recordado el pasaje del evangelio donde Jesús, en alrededor de varios niños, pide y dice a los adultos; dejad que los niños se acerquen a mí, porque el que no es como un niño no entrará en el reino de mi padre. Recuerdo el día en que lo leí, y también recuerdo a y mí maestra María Luisa abundando sobre el tema y dándonos su explicación que al paso de los tiempos supe era su cuento favorito. Después de interpretar el pasaje agradecí ser un niño porque entonces entraría en el reino de señor, sin embargo algo me decía que no sería por siempre un niño, y que entonces ya no podría entrar en ese reino que me parecía debía ser tan hermoso como nunca sería el más hermoso de mis sueños. Siempre supe que existía una inconsistencia en ese pasaje, ahora se la singularidad estaba en que no tenía elementos para entenderlo, porque para hacer eso hay que ser adulto y haber sido  niño. Es decir, comprenderlo en ese eón significaba estar simultáneamente en ambos estadios, cosa que de niño no es nada fácil. Pero ahora, que soy joven, para entender realmente el pasaje, debo desaprender lo hasta hoy aprendido.

El gran aporte que hace Miguel Ruiz a mi vida a través de su letra es mostrar que el hombre es un ser irreductiblemente condicionado por su entorno, sin embargo, ello no implica ser irreductiblemente condenado a él. Fuimos niños y la vida era un juego, un perenne tiempo de risa, diversión, paz, felicidad. Pero crecimos y los adultos nos dijeron que debíamos ser de esa y no de la otra forma. Nos dijeron que hay preguntas malas, que hay pensamientos malos, que nos bautizaron porque sus padres a ellos los habían bautizados y que aquellos en los que el agua no escurrió en su crisma y murieron,  su alma esta hasta el fin de los tiempos en un eterno ir y venir sin paz. Nos dijeron que alguien siempre nos vigila, que sabe todo lo que hacemos, que no hay lugar terrenal donde escondernos de su vigía mirada.
Y esos cuentos fueron lo que nos cortaron los sueños, los que no dejaron que los hombres se cuestionaran sobre si lo que veía era real o sólo la ilusión de un oasis en la historia de la humanidad. Sin embargo, no hay culpables, no hay victimarios, sólo víctimas.
Mas con todo ello que cargamos acuestas, históricamente hoy tenemos realmente la oportunidad de alcanzar el punto de no retorno más a las mentiras, a los cuentistas, a las voces ajenas del conocimiento, a nuestra voz del conocimiento. Hoy sabemos por miles de años de experiencia que el camino que hasta hoy hemos seguido es como las grandes y hermosas olas de mar que al aproximarse a la playa crecen de forma majestuosa pero al poco tiempo no soporta su propio peso y rompen, convirtiendo los bello en algo efímero.
Hoy podemos alcanzar la verdad; la verdad de al nacer que no sabemos lo que somos, pero el cuerpo sí que lo sabe y sabe qué hacer.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Aún

He pasado mucho tiempo contemplándote, mirándote, pensándote, recordándote, buscándote, extrañándote, hurgándote…

Pero he pasado poco tiempo diciéndote aún te quiero.