Un buen día Abel Posse me dijo; los hombres en el fondo de su alma están más bien convocados por el pecado y el crimen. No me excluyo. Por eso nuestro dios, nuestro Cristo, no es un dios de la realidad. Es una eterna imposibilidad, una aporía, una renovada frustración.
A cada segundo descubro que es a la connivencia de la curiosidad y el precepto de unicidad de la vida que complicamos nuestro existir. No sé si sea más cobarde desear y no hacerlo, que hacerlo y desear no haberlo hecho. No sé si soy un cobarde o un valiente.
Quizá deba ser así para en verdad encontrarse uno mismo, para redimirse, para convencerse que las promesas que hacemos y nos hacen no son más que la quimera del amor.
Quizá deba ser así para saber que en verdad que no venimos traídos por nuestro dios, sino más bien huyendo de nuestros propios demonios.
Quizá deba ser así para ver en la madrugada de la noche el morir y renacer de nuestra alma. Para seguir viviendo con la esperanza de una nueva alborada. Para no caer en la desesperanza.
Quizá deba ser así para seguir rezando porque la divinidad interseque mi camino con el de ella.
Ahora sé debe ser así, para hacerlo y tal vez, quizá un día muy lejano desear no haberlo hecho.
domingo, 10 de octubre de 2010
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