Cuando estudie Historia Universal en mis libros de texto gratuito de quinto año de primaria, recuerdo el ambiente patriótico que envolvió el salón de clase de la Maestra Julita cuando al unísono todos sus alumnos nos enterábamos que la Fuerza Aérea Mexica (FAM) había participado activamente en la Segunda Guerra Mundial con su glorioso Escuadrón 201. Desde aquel día tengo grabada la fotografía del escuadrón 201 con la que nuestro querido libro hacía alusión a esos valientes hombres.
Recuerdo haber llegado a casa y haber comunicado a mi padre la noticia que dada la intimidad en la que se nos había revelado la consideraba de seguridad nacional. Mi padre me escucho, animó mi efervescencia y amplió mi información recientemente adquirida –haciendo uso el Señor de sus conocimientos enciclopédicos–. Pero al final como es usual en sus platicas, me conto un chiste: “decían los alemanes al divisar las aeronaves del Escuadrón 201; a esas no les disparen, se caen solas”.
Durante algún tiempo ello me pareció risible y absurdo, como cuando la prensa sensacionalista decía que Neri Vela –primer astronauta mexicano– se había robado el tapón de combustible del transbordador Challenger de la NASA y por eso había explotado. Sin embargo, con el tiempo, a medida que me iba informando, aquel comentario gracioso del no les disparen, parecía ser más cierto que un mal chiste.
Hace un par de semanas salió a la luz el Atlas de la seguridad y la defensa de México 2009, elaborado por el Colectivo de Análisis de la Seguridad con Democracia. En dicho Atlas se menciona que el Ejército Mexicano y la Armada cuentan con un total de 480 aeronaves, las cuales se han construido o adquirido en Estados Unidos, Suiza, Italia, Brasil, Israel, Reino Unido, Rusia, Francia, República Checa, Ucrania, Canadá y Alemania. Y de las 480, sólo 10 son de defensa aérea y combate.
¡Vaya! Que noticia tan triste y sobre todo que heterogeneidad de nuestras aeronaves militares. Y no es que promueva la guerra o albergue ideas belicosas aberrantes como Hugo Chávez. Sino que me preocupa la incapacidad de las fuerzas armadas para defender con tan sólo 10 aviones de combate F5 construidos en 1981 la soberanía nacional.
Quizá lo único que me alegra es no haber seguido alimentando aquella idea de ingresar a la Fuerza Aérea Mexicana, porque no dudo que con los 19 aviones disponibles por la FAM para entrenamiento, muy probablemente nunca hubiese acumulado un considerable número de horas de vuelo digno de un piloto aviador de guerra. O quizá si hubiese logrado un buen número de horas, pero no tan bueno como el que he acumulado en los simuladores de vuelo de PC, aparte de pilotear más que un Valmet, Zlin o Beech Baron, que son los disponibles por la FAM para práctica.
Ojalá, haciendo uso de esa heterogeneidad que destaca el informe, a algún alto mando militar se le ocurra ordenar a un grupo de ingenieros militares estudiar las aeronaves con el propósito de aprender y diseñar un modelo que incorpore las ventajas de todos esos aviones.
Cierto es que la situación es preocupante y a la vez ilustrativa en materia de defensa militar nacional. Y como uno de los chistes finales con los que suele salpicar sus charlas de mi padre, la Fuerza Aérea Mexicana cuenta con 60 avionetas tipo Cessna para labores de observación e inteligencia. Sí, las mismas avionetas que en otros países se utilizan exclusivamente para actividades civiles.
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