Es común en nuestra sociedad encontrar como respuestas a estas y otras cuestiones, un encogimiento de hombros, o una referencia a creencias religiosas. Algunas personas llegan incluso a sentirse incómodos con cuestiones de este tipo, siendo esta actitud muestra de las limitaciones del entendimiento humano.
La ciencia, que no es más que un conjunto de conocimientos humanos, y que sólo existen en nuestras mentes: tiene como fin entender el mundo, sin que formen parte de él. Carl Sagan, eminente astrónomo estadounidense, reconoció que: “la ciencia está lejos de ser un instrumento de conocimiento perfecto. Simplemente, es lo mejor que tenemos”.
Ahora bien, el éxito del conocimiento científico es su pensamiento imaginativo y disciplinado a la par de un mecanismo recursivo que corrige sus errores. La ciencia acepta los hechos, aunque ello implique ir en contra de ideas preconcebidas; nos muestra el mundo tal como es, y no como desearíamos que fuese.
La ciencia nos enseña que nunca, en principio, podremos hallar la verdad absoluta. Sin embargo, es ella la única herramienta que poseemos para aproximarnos de forma asintótica a la tan anhelada verdad.
Pero, ¿Qué es la ciencia y para qué sirve? La ciencia nos permite entender, predecir y explicar el mundo ―menudo quehacer― siendo un conjunto heterogéneo de disciplinas, teorías y actividades.
Las teorías científicas cada vez que fallan, no implican un retroceso en nuestro avance por entender el mundo, sino paradójicamente, permiten un avance al mostrar el camino erróneo y con ello iniciar una nueva búsqueda generando nuevo conocimiento a cada paso. La universalidad de la ciencia es no se interpretativa, sino prescriptible.
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